Me permito sentir lo que siento

A veces no sé bien qué me pasa.

Solo sé que algo se revuelve dentro: un nudo en la garganta, una opresión en el pecho, una incomodidad que no tiene nombre. No siempre es posible ubicar el origen. No siempre hay una razón clara. Y, aun así, ahí está.

Por mucho tiempo aprendí a apurarme en entender, justificar o silenciar lo que sentía. Como si cada emoción necesitara una explicación racional para ser válida. Como si sentir estuviera bien solo si podía controlarlo o traducirlo en algo productivo.

Pero en este camino he aprendido algo distinto:
Puedo quedarme conmigo incluso cuando no entiendo lo que siento.
Puedo bajar la exigencia de tenerlo todo claro, de actuar con lógica todo el tiempo, de encontrar soluciones inmediatas.

Y en ese espacio, más lento, más humano, algo se abre:
Me permito sentir lo que siento.
Sin juicio. Sin prisa. Sin tener que explicarlo todo.

A veces esa emoción incómoda necesita solo ser reconocida. No corregida. No negada. No maquillada. Solo nombrada, respirada, acompañada. A veces basta con quedarse, como quien se sienta junto a una amiga triste sin apurarla a estar mejor.

Eso también es parte de sanar:
Aprender a quedarme. A no huir de mí. A ofrecerme el permiso que antes no tuve.

Hoy me digo con ternura:
No estás mal por sentir como te sientes. Estoy aquí contigo.

¿Y tú, qué te estás permitiendo sentir hoy?
¿Te animas a quedarte contigo, incluso cuando no todo tiene sentido?

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio